El cuento de Cristina:
Había una vez un hombre que entró en una posada un día de mucha lluvia. Aunque el posadero había puesto un gran cartel avisando que los visitantes se limpiaran el calzado antes de entrar, el hombre pasó con sus botas llenas de barro a la sala dejando huellas por todas partes.
Pasó un rato y de pronto, el posadero vio cómo le habían dejado la preciosa alfombra hilada en oro que estaba situada en la entrada. El dueño se dirigió de inmediato al hombre ya que no había entrado nadie más en todo el día. Le pidió a bocajarro que le diera dinero para limpiarla, a lo que el hombre se negó rotundamente. Entonces el posadero acudió al gran Tamerlán para que solucionara este problema. El gran conquistador mandó llamar a su bufón Choja con la esperanza de que pudiera encontrar una solución justa para los dos.
Choja escuchó atentamente al posadero y al cliente despistado. Tras ello, decidió que el posadero le prestara un cubo con jabón y un delicado cepillo para que el hombre dejara la bonita alfombra tal y como estaba antes. Por último, le recordó al hombre la obligación de leer los carteles cuando entra a un sitio y al posadero, la obligación de darles la bienvenida a sus clientes explicándoles las normas de su posada.
El cuento de Isabel C.
Había una vez dos pastores llamados Miguel y Daniel. Aunque vivían muy lejos, fueron a Tamerlán a pedir justicia.
Llegaron por la mañana muy temprano, sin embargo tuvieron que esperar hasta ser recibidos. Aún no había llegado nadie a palacio. Por fin, Tamerlán les abrió las puertas del salón del trono. Miguel y Daniel le expusieron el asunto. Los dos afirmaban que eran los dueños de un perro pastor hermoso y valiente llamado Billy. En primer lugar, Tamerlán llamó a su bufón Choja quien, tras escuchar atentamente a los pastores, dijo que era la segunda vez resolvía un caso parecido, eso sí con otro animal distinto por lo que ya tenía pensada la solución. Les dijo que partieran al perro por la mitad y que cada uno se quedara con una parte. De inmediato, Miguel, horrorizado, dijo que prefería que Daniel se quedase con el perro antes que cortarlo por la mitad. En cambio, Daniel mostraba una actitud indiferente ante tanta crueldad.
Entonces, Choja dijo que el verdadero dueño del perro era el que había demostrado más cariño por el animal y ése era Miguel. Y así se dio por terminado el caso.