LA REBELIÓN DE LA SABANA
Ya se alzaba el alba. Los marabúes
empezaban a levantar el vuelo, hacia las Grandes Cascadas. En el cielo ya se
veía amanecer el Sol, iluminando toda la sabana y bañando a todos los animales
con su calor, despertándolos, poco a poco.
La mañana siguió su curso, todo estaba en orden, bueno, todo no, la
manada de elefantes estaba muy alterada, asustada. Todos los elefantes se
agazapaban detrás de los árboles. Había un grave peligro, estaban al acecho.
¡De pronto se oyó un ruido entre los arbustos! Los elefantes estaban cada vez
más asustados, pero no solo ellos, sino todos los animales que habitaban la
sabana.
Unos segundos después, salieron un
grupo de diez hombres, todos iban armados, con grandes botas, y en sus miradas
se reflejaban unas maléficas sonrisas de odio y sufrimiento. Mientras se
acercaban, los elefantes adultos se ponían alrededor de la manada, formando una
defensa para proteger a sus pequeños, pero de nada les sirvió porque poco
después los cazadores empezaron a disparar con sus armas de fuego.
Muchos de los elefantes murieron, y
los otros intentaban huir llenos de desesperación y angustia, pero aquellos
horribles hombres acabaron con toda la manada, matando incluso a los bebés
elefantes y quemando todo lo que encontraban a su paso.
Toda la zona quedó arrasada y destruida, gacelas, elefantes
hienas, leones y rinocerontes estaban ahí, en el suelo, muertos con la mirada
de desesperación y horror, todo estaba manchado de sangre, y los que estaban a
punto de fallecer, dejaban escapar un último suspiro de sus bocas.
La tarde cayó y no se volvió a oír
ningún ruido, ni el canto de los grillos, ni las risas de las hienas, nada.
Todo estaba en silencio y oscuro, sumido en la tristeza. Sólo la luz de la Luna
iluminaba los cadáveres en el suelo, bajo las estrellas, junto a la yerba.
A la mañana siguiente los animales
se reunieron en la Roca Sagrada para acabar de una vez por todas con las
masacres del Hombre:- ¡Tenemos que acabar con esto!, decía una cebra cuyo
marido le fue arrebatado, -¡He perdido a mi hijo por culpa de esos asesinos!,
respondió una hembra ñu, destrozada por la pérdida de su pequeño, ¡Han
aniquilado la manada de elefantes!, exclamó un pequeño jilguero que tenía un
amigo elefante. Todos los que acudieron a la reunión empezaron a revelarse,
gritarse los unos a los otros, hasta que el sabio Ragú, el marabú más anciano
de toda la sabana exclamó:- ¡Escuchad todos!, dijo, ¡Si habéis acudido aquí es
por una razón muy importante!, exclamó,-Ya sé que hay que hacer algo y rápido
para acabar con estas masacres, pero hay que ser astutos y precavidos, así que
esta noche cuando los cazadores acampen, les sorprenderemos, y acabaremos con
ellos para vengarnos, respondió.
Y con esto, llegó la Noche,
inundando con su oscuro manto la sabana, y bañando con la luz de la Luna los
prados y los árboles.
Un poco más lejos del río Masura,
acamparon los cazadores, que después de darse un festín a la luz de la lumbre,
se metieron en sus tiendas a descansar. Mientras tanto, los animales estaban al
acecho, esperando a que no hubiera ni una sola luz, ni un solo ruido. Poco
después empezaron a avanzar sigilosamente los guepardos, preparados para
atacar, y los buitres volando por los cielos vigilando silenciosamente. No se
oía ningún ruido, todo estaba en silencio. Y de pronto, los leones, guepardos y
hienas se abalanzaron sobre las tiendas desgarrando las telas y devorando a los
hombres.
Al fin, la victoria fue rotunda.
Después de tantos años de sufrimiento, volvieron la paz y la prosperidad a la
sabana, dejando atrás la tristeza y la angustia por la que muchos animales sufrían,
y llenando otra vez la felicidad del lugar.
Y así termina esta historia que, como
muchas otras, nos hace reflexionar sobre la realidad de las cosas.
FIN
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